El ‘negro’ #mishistoriasurbanas


Las uñas recién pintadas asientan sobre la mesa el vaso que hasta hace unos segundos estaba lleno de vodka. Suena, al fondo, una canción de vallenato viejo, de esas que a uno, que pertenece a grupos culturalmente ricos, lo hacen llorar en secreto y con algo de vergüenza.
El novio mete los dedos en las raíces de su cabello y la arrastra hasta tenerla de frente. La ataca con un beso de esos que suelen robarse la vergüenza y dejar hilos de sangre en los labios. Ella le dice ‘te amo’ y levanta las posaderas y se tambalea hasta entrar al baño. Ahora suena una salsa vieja de Lavoe.
En el sillón donde dejó a su novio duerme, borracha también, su mejor amiga. El resto abandonó la fiesta hace rato. El negro da un vistazo a la puerta del baño recién cerrada y se acerca despacio al cuerpo ebrio. Y, otra vez, el juego aquel con la mano y el cabello. Esta vez, además, recorre el rostro de la doncella con la yema de los dedos y le planta un besos de esos. Ella se levanta y lo ve encima. Ama ese cabello rizado, esa piel tostada, esa entrepierna abultada. Lo ama a él.
Lo abraza. Él la aparta rápido, antes de ser descubierto. Ha escuchado la puerta del baño. Su novia se acerca a la laptop que vomita alguna de Rubén Blades y pone un pasillo de Julio Jaramillo. La amiga, que se ha sentado disimulando bien, agarra otro vaso de vodka completamente lleno.
La botella se termina en una hora y ya casi amanece. La novia se echa a dormir en el sofá. El negro se la echa a la amiga, en la cocina.
El romance clandestino incluye fotos de desnudos, encuentros en moteles y viajes inesperados. Se han enamorado. Ha pasado un año desde que empezaron a salir a escondidas.
Es lunes y el negro abre sus redes sociales. Su novia ha subido una foto de él en una cama con su mejor amiga, con un mensaje que dice "Puercos". El mundo web se encarga del resto.

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