Flameado de azufre para un viaje a Perú
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Zorritos, balneario peruano lleno de encanto costero. |
La carretera marcaba el andar paciente del caucho de las llantas de la
pequeña furgoneta que me trasladó a Huaquillas. Mi asiento, no tan
privilegiado, estaba en una inquietante y central posición: a mi derecha
viajaba un prepotente colombiano que gritaba al celular que había concretado
algún "asuntico", y a mi izquierda, un hombre desagradable que cuando
no tenía abierta la boca para roncarme en la nuca estaba leyendo la edición
pasada del ‘Lunes Sexi’.
Aún así, y aunque el celular se apagó a las tres horas del despegue,
viajé emocionada. Mi destino: ver a mi viejo. Estaba esperándome en la estación
y me saludó con un guiño del ojo al visualizarme en la ventana descubriendo
rostros de forma desesperada para lograr encontrarlo.
Después del respectivo apapacho (saludo cariñoso) cogimos un taxi
maltrecho hasta Tumbes, un punto en el que podía asegurar que había pisado
tierra peruana por lo folclórico de los locales comerciales, en los que en
lugar de 'se vende', se lee un llamativo 'en venta', y donde los casinos se llaman en letras
gigantescas y de colores 'tragamonedas'.
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"El sol no se disfruta en Perú, se gasta". |
Fue el momento de hacer mi primera inversión en soles después de que mi
veterano cambió en un banco mis reducidos y lamentables dólares en la moneda
peruana. "Cabrito con fréjol",
ofreció la muchacha del local como opción de almuerzo antes de que con mi
expresión de turista leyera un notable WTF en mi mirada. "Menestra con
chivo", tradujo mi padre sin que alcanzara a cuestionar el platillo, que
consistía en una porción de arroz, un poco de menestra de panamito y seco de
ese mamífero. En el manso Guayas, a esa alternativa de degustación se la llama
'bandera'.
Bueno y barato. Punto para Perú. Seis soles nos costó el almuerzo, que
estaba acompañado de un vasito de jugó de maracuyá. Sí, sí hay maracuyá en ese
país. Seis cuadras más allá está el estacionamiento de los taxis que trasladan
a turistas y nacionales a Zorritos, un punto de la costa peruana cuya
connotación en la jerga ecuatoriana
alude a la homosexualidad y causa risas a más de un ignorante, pero que sí
existe y es tan real como los subsidios inexistentes en ese país: agua, luz,
gas, etcéteras... Antes de llegar a ese poblado, en medio de la carretera y adornada con
un paisaje de mar en su frente y unas montañas color tierra en su derrier, está
la cabaña en la que se hospedan mi papá y su amigo Guido, un surfista,
mochilero, chef y practicante de El Secreto.
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Puerto Loco cuenta con un balcón de dioses. |
La construcción del lugar yace inconclusa, abandonada, olvidada por el
patrón, pero es un área privilegiada y tranquila, en donde las olas del mar se
convierten en cómplices del descanso y la meditación. Se llama Puerto Loco.
"El puerto donde habitan los locos", bromeó Moncada mayor hecho el
agrio. Fingí una carcajada para acolitarle el dato y me dispuse a conocer a
fondo la cabaña.
Ocho habitaciones conforman la casa de descanso, en la que la tecnología
pasa a segundo plano y el único ruido que se escucha es el andar de los pocos
vehículos que pasan por la Panamericana Norte, que conecta las costas del Perú
en una especie de camino alcahuete de la vagancia.
No hay luz, según mi papi, si el astro rey no ha sido generoso con el
panel solar, pero las instalaciones de los baños son cómodas para hacer del uno
y del dos. En un balcón comparable al lugar de descanso de los dioses griegos
se ubican dos camas con sus respectivas sábanas y almohadones, dos hamacas, una
mesa de plástico para cuatro personas y una especie de espanta espíritus hecho
de conchas.
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Puerto Loco: "El puerto donde habitan los locos". |
El techo es como ver un tapete de madera, mi papá dice que ese material
se llama estera. Lo protege de la lluvia un zinc de los que no hacen bulla y
está sostenido con pilares de madera. Lo que le otorga al lugar un ambiente
rústico, de playa. Al principio me negué a salir. Estaba embrutecida con la
tranquilidad del lugar y el olor a sal de las olas, pero mi viejo me convenció
y emprendimos una caminata de cerca de diez minutos por la carretera para poder
llegar hasta donde se cogen las tricimotos.
El servicio de transporte cuesta dos soles por mate y el viaje, a veces,
cuenta con música de pueblo. Ya había vivido una experiencia similar en Playas,
pero esto era otro dato, pues el hecho de pagar en moneda extranjera me recordó
que esa no era mi tierra. Llegamos a
Zorritos. Lo supe cuando a la entrada del pueblo vi a cuatro de esos animales privados de encanto sobre un
enorme letrero que daba una colorida bienvenida a los turistas.
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A diez minutos de Puerto Loco está Zorritos. |
En la costa del Perú el sol no se disfruta, se gasta. Eso me lo dejó
claro una mesera que extendió la carta sobre la mesa. Un platillo cuesta 20
soles y cuando le pedí que me cargue el celular sin vergüenza me dijo:
"eso cuesta un sol más". Para mi bien, y el de mi billetera, mi papá
cubrió la cuenta, pero se negó a pagar el valor de la recarga de la batería
cuando terminamos de comer el churrasco y los chicharrones de langostinos.
Punto para mi viejo, y para Guido, quien es el chef de ese restaurante llamado
Sun Beach.
La siguiente parada fue una cabina en el centro de Zorritos. Una llamada
a Ecuador está a 2 soles el minuto, la hora de internet, a un sol con
cincuenta. Esa, la primera noche de mi estadía, dormí en el balcón de los
dioses. A mi viejo le dio por ir a caminar en la mañana y bajamos a la playa en
dirección al centro, pero no avancé, según el man, más de 600 metros. Culpo a
la forma inclinada que tiene la orilla, que te da la sensación de estar
caminando en una pared. Aún me duelen las patas. En mi fracaso andante la única
solución viable fue subir a la carretera a pagar dos soles para que una tricimoto
me salve la vida, luego de que mi veterano me dé un sermón suicida sobre mi
condición física: "al mercado", cantó al conductor mi jefe.
Conocí y probé el cebiche peruano. ¿Tripean un platito de desayuno, de
esos en los que se sirven las tazas de café? Bien, esa es la porción, que consiste en cebolla
curtida, pescado y yerbita adornados con una reducida porción de chifle. Lo
sirvieron acompañado de dos vasos de chicha morada, una bebida tradicional de
allá que no me entró ni a palo. Siete y pico de soles se hizo la cuenta,
aceptable, pero no le llega ni a los talones al encebollado guayaco. Punto para
Ecuador.
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Aunque bueno, el cebiche peruano hizo que extrañe el encebollado. |
El tercer día de mi estadía en Perú tuvo como protagonista a un tubo de
agua. A 20 minutos de Zorritos existe, en medio de montañas rocosas, cabras y
vegetación marchita, una piscina de 3x3 metros llena de agua verdosa, pero no
es estancada, ni de alcantarilla. Cuenta con una fuente que emana "de la
entraña misma de la Tierra", explicó mi papi. Resulta que el tubo de agua
con forma de volcán expulsa a manera de vómito un líquido oloroso a azufre que
tiene propiedades curativas para males como el reuma, los riñones, de la
piel y otros, según varios bañistas que estaban en la zona cuando
llegamos.
El agua es caliente, y en la piscina casi no se percibe el fétido
olor del azufre y los otros componentes, pero esa no fue la novedad. Mientras
me bañaba, uno de los visitantes comentó que si se le prendía fuego al
núcleo del tubo este se prendería en llamas. "¡No jodas!", usé mi
lenguaje guayaco para marcar mi posición de turista que no se deja ver las
huevas. Grande fue mi sorpresa cuando el man hace un flameado gigante de azufre
en el famoso tubo.
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¿Alguien quiere flameado de azufre? |
Las dormidas vespertinas, una hermosa noche estrellada, la bañada
playera y el tiempo que cuchichié con mi papi para actualizarnos de las
novedades familiares y ajenas son el mejor recuerdo que traje de allá. Hablamos
de chismes, de peleas, de fracasos, de culos... Todo eso acostados como
fiambres en las hamacas del balcón de los dioses, con una velita que ayudaba a
que la mecida ociosa se refleje en el techo tapete convertida en sombra.
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Atardecer de Puerto Loco. |
Por un momento recordé la novela de Mario Vargas Llosa `¿Quién mató a
Palomino Molero´, en la que el escenario es muy parecido a Zorritos, llegué a
pensar que el Nobel de Literatura se inspiró en este poblado peruano, pero
luego recordé ayudada por una página de internet que él narra la historia en
Piura y Talara. En todo caso, la experiencia fue inolvidable.
Interesados en saber más escribir a bmoncada88@gmail.com
Amiga, me cautivo la cronica de tu estadia en el pais, donde se consume el sol..
ResponderEliminarbella, bella, y ese balcon de los dioses, es una fotos mas relajantes y bellas que he visto, con ese mar de fondo y sin paredes, tan rustico..excelente
; )
Hermoso viaje prima. Solo por acotar Piura y Talara son parte de la costa norte peruana y los lugares tradicionales de Tumbes y Piura son muy parecidos en estos Departamentos del norte de Perú. Saludos. Danilo.
ResponderEliminarMe encantóooooo!!! Se me antojó... y hasta envidia me dio. Qué increíble todo lo que escribiste! Bella.
ResponderEliminarTe felicito hija amada , fueron unos dias inolvidables para este tu Orgulloso Padre ...te amo
ResponderEliminarCAMF
Que lindo blankis tendrás que decirme como llegar se ve es un lugar super lindo felicitaciones.....
ResponderEliminarPost: Es ENSERIO ME ENCANTARIA IR...
iliana icaza
No jodas hablaron de culos ambos!!! Se por mis compas de universidad, en comentarios de sus viajes conferenciales q la comida es mala; por lo q describistes creo q sí.
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