El amor y el apego
Las relaciones no duran porque se desarrollan con apego. Antes de relacionarnos con una persona, enlistamos una serie de cualidades que, a nuestro parecer, son imprescindibles para quien quiera entrar a nuestras vidas.
Es decir, clasificamos al otro, lo etiquetamos como "bueno", como "perfecto" e incluso exageramos sus virtudes para satisfacer nuestra demanda de lo que concebimos como "alma gemela". Luego, con esa errónea descripción de la pareja, planteamos reglas en función a nuestra felicidad. Nos adueñamos del ser que elegimos para acompañarnos en la vida y lo sofocamos por considerarlo nuestro. Vemos en esa persona la fuente única de la propia felicidad. "No sé qué haría sin ti", decimos. "Eres mi todo", aseguramos.
El panorama se turba cuando la individualidad, innata en cada ser, aflora en nuestra pareja.Vienen entonces los celos, las actitudes posesivas, las inseguridades y, por supuesto, las desilusiones.
Y vienen las desilusiones porque a quien señalamos como "la pareja perfecta" está creada en nuestro interior desde una perspectiva equívoca.
Ignoramos sus fallas en un principio y al notarlas nos repugnan, nos llenan de frustración... y como somos crueles y poco empáticos vemos a otro lado, buscamos otra alternativa, abandonamos.
En ese instante empieza de nuevo la historia destinada al fracaso, pues somos incapaces de notar lo egoísta de nuestro proceder e ignoramos que la felicidad está dentro de nosotros, por lo que no dejamos de buscarla afuera.
Ten por seguro que necesitas más árboles plantados que a una sola persona para poder respirar. El desapego es la clave. Ama libre.
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