Un beso de esos.

El beso llegó suave,
como un susurro que se desvanece en la madrugada sin lograr despertar al receptor. Llegó con el brillo intenso de sus pupilas aguardando la reacción de mis labios.
Llegó tibio.
Fue un beso de esos que bajan la guardia, cantaba Zenet más tarde en mis oídos, cuando la escena recreada me arrancaba el sueño como quien desgarra la piel de un animal para hacer un abrigo.
No hay besos tan suaves estos tiempos. Tuve suerte.

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