Carta a mi compañera
Esta es la respuesta del post anterior, titulado Manifiesto de un viaje inconcluso
No te he dicho cuánto me encanta tu sonrisa,
esa que esbozas al verme
y me hace sentir invencible.
Esa que me gusta ver cuando amanece
y antes de dormir.
Que te lanzaste a mis brazos fríos
por mi propia armadura,
aquella carcasa que me puse
para ocultarme de ti y de mí mismo.
No pude, no podría.
Llegaste como un deseo de año nuevo
y te quedaste conmigo y mis miedos.
Además de aquellos otros que conoces
que también son yo.
Luchaste tanto hasta desnudarme,
y aquí estoy, a tus manos y a tus pies,
intentando que sonrías, siendo tuyo.
Ahora sé que contigo quiero ir
hasta más allá de nuestra estación del tren,
ese tren del que me caí un día y casi me arrolla.
Me rescataste.
De mí y de mis miedos necios.
De mi propia terquedad y ceguera.
Ciego y tonto, dijiste,
y aun así te quedaste
y estás conmigo ahora.
Me parece un sueño
el que ahora compartir mi vida
no se vea tan lejano.
Gracias a ti, compañera mía,
Que pudiste ver eso que en mí habitaba,
eso que no decía,
que detrás de la máscara estaba...
Eso que cuando dije por vez primera
dijiste que ya no importaba.
Y te quedaste,
pese a las lágrimas
que por tus mejillas corrieron
por mi causa.
Eso que me era tan difícil de expresar y
ahora no puedo dejar de decir.
Te amo.
Así,
sin armaduras.
Sin máscaras
Me tienes
Soy tuyo, amada mía.
No me sueltes.
*No necesito buscar a la que sabe volar, eres tú, pero eso ya lo sabes*
Comentarios
Publicar un comentario