El pastel

A esta hora de la mañana ya seleccionaron al mejor equipo y a la madrina de las olimpiadas de la empresa. Es un día después del Día del Trabajador y este encuentro corporativo deviene de esa conmemoración.

Nadie ha dicho feliz cumpleaños al relacionista público. Está parado a un lado de la cancha, atento a que todos los detalles de la cita se desarrollen con normalidad y algo resignado al olvido. Lleva un año en la empresa.

Se supone que es el hombre de la comunicación, pero en esta profesión tan venida a menos las compañías suelen pensar que somos todólogos, por eso también ese día le tocó hacer de utilero, animador, DJ, padre y madre a la vez.

Por alto parlante, una de las cabezas de la institución anuncia su nombre. “Fernando Ramírez, favor acercarse a la mesa directiva”. “Debe querer que anime o saque fotos", piensa mientras se acerca al lugar.

A lo lejos, un pastel enorme se pinta como un oasis. Fernando sonríe. Claro, nadie le dijo feliz cumpleaños porque tenían preparada esta sorpresa.

Vaya, a veces somos tan negativos que pensamos que el mundo simplemente nos odia o nos ignora. El alivio de saberse apreciado desata su nudo en la garganta.

La jefa lo ve llegar con el pecho hinchado y sonríe. Ella tiene aún el micrófono en la mano y al verlo lo acerca a los labios para dirigirse a él. Fernando se sonroja y la escucha: “Favor, Fernando, entregar el pastel a la madrina oficial de las olimpiadas”.

No solo se le desinfló el pecho. También las palabras que había preparado para el agradecimiento a sus compañeros se atoraron en la garganta y volvieron a formar ese nudo que hoy lo trae a Mis Historias Urbanas.

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