El mariachi
La calle estrecha y apedreada desemboca en una casa de tres plantas, blanca y con balcón. El cantante reconoce la zona. Es el barrio de la chica con la que sale. Aún no llegan al punto en que conoce su casa, pero siempre que está cerca le mensajea para encontrarse en algún café de por aquí.
El cliente, que camina al lado del cantante, guía al cuarteto hasta la villa aquella del final del callejón. El cantante extiende unas canciones de la lista en una libreta de apuntes. Y asienta una vez que el hombre que contrata el servicio las elige.
Este trámite no demora más de 20 minutos. El motivo de la serenata es el aniversario de boda del cliente. Un año de casados. Aún no tienen niños, porque quieren hacer cosas divertidas, como viajar o tener sexo duro en los aniversarios, después de una cena romántica, cuenta.
El cantante está acostumbrado a estos testimonios. Y le agrada que la gente pueda sentirse amada. Él mismo ha pensado en cantarle a la chica con la que sale apenas cumplan un mes, o, mejor, apenas conozca la casa. Sonríe solo de pensar en ese momento. Y camina.
Llegan. El cantante activa al grupo, que empieza a entonar ‘Si nos dejan’, de Luis Miguel. Llena de aire los pulmones. El cliente ha sacado el celular para filmar a su esposa. El barrio se asoma a las ventanas con un suspiro al unísono.
“Si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida...”. Empieza la canción. Asoma la mujer al balcón, cual Julieta. Y también saca el celular para grabar a su marido, el romántico. Le tira un beso, le grita “Te amo”. La vecindad casi tiene un orgasmo.
¿Mi amor?”, choca la canción con la pregunta del cantante. “¿Mi amor?”, increpa el cliente, horrorizado. “¿Cómo que mi amor?”, insiste. “Ella es mi chica”. Se arma una cortina humana para evitar sangre.
La de arriba ha bajado a intentar parar la pelea. Es tarde. Ella ha perdido un novio, un marido y una serenata.
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