La guerrilla
Una parte de la guerrilla no ha logrado consolidar un acuerdo de cese al fuego. Aún hay tierras dominadas por grupos insurgentes, como la zona colombiana a la que acaba de llegar la comitiva de la fundación a la que pertenece Charlie.
La visita humanitaria tiene como fin dotar de techos a algunas casas. Los perdieron luego de que helicópteros del Ejército entren a la zona en uno de los tantos operativos que se agendan en el sector.
Charlie había advertido que como es zona de guerra, necesitaría un reguardo de las Fuerzas Armadas, a fin de que el trabajo no se interrumpa. La única condición para cumplir con ese requisito era que los rebeldes se retiren al menos hasta que duren los trabajos.
Por eso Charlie está hoy en la entrada de la comuna frente al líder de la guerrilla de esa zona, un negro con fusil en mano que podría orinarlo parado si le daba la gana.
-Tenemos las herramientas, solo necesitamos que la guerrilla se mueva un poco hacia el norte para que el Ejército pueda entrar, explica sin sacar la vista del fusil que lo apunta.
-Dos y media nos vamos, responde el grandote, seco. Y se va.
Apenas salen los rebeldes, el campamento se instala en casas de los comuneros. Son las diez de la noche. Charlie se prepara ya para dormir; el dueño de la casa le pide que no use la cama, sin dar detalles.
No quiere preguntar. Horas más tarde, una ráfaga de balas irrumpe la madrugada. Nadie se levanta hasta cuando sale el sol.
Solo allí son visibles los orificios de perdigones en las paredes de caña. La mayoría había impactado en la cama en la que él iba a dormir. Ser activista es cosa seria.
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