A la fosa común

 La puerta suena. La hija segunda del matrimonio separado abre. Tiene 30 años. Su madre lava ropa en el patio de la casa y dos de sus hermanos juegan en la sala. El hermano mayor no está ahora. Y es hasta dentro de unas horas en que el mundo tendrá otro nombre para él, infierno.

La puerta se abre. La mujer, la segunda hija de un matrimonio disfuncional que se acabó hace medio año, ve la desfigurada, ruda y amarga cara de su padre en el portal. Tiene un arma.

El hombre, de unos 65 años, acaba de viajar doce horas desde San Cristóbal hasta Los Valles del Tuy, en Venezuela. En bus, con el arma en el cinto y una mirada de fuego en la que guarda todo el odio que lo arrastra a esta condena de saberse fuera de la familia, por celoso, agresivo y mal marido.

Cuarenta años de casados le hicieron creer que es dueño de la mujer que lo hizo padre. Cuarenta años de casados que nunca supieron a felicidad. La golpeó las veces que tuvo la oportunidad, por los motivos más inverosímiles, contarían los vecinos en un par de horas.

Una bala suena al fin. Su hija ha caído muerta en el portal. Camina hacia adentro. Va por su exesposa ahora. La mata también. Y al matarla la sangre mancha la ropa lista para tender.

La respiración acelerada y los ojos desorbitados. Todo va de acuerdo al plan. Los niños han ido a esconderse a la habitación.  Él lo sabe. Ya no están en la sala donde los vio sin ver al llegar.

Dos balas más suenan. Es todo. Ya solo queda uno. Corre de regreso su camino y en medio de la calle, otro disparo. Tarea conclusa. El asesino se mató.

Cae la tarde en Los Valles del Tuy. Un hombre de 40 años está sentado bajo un árbol de mango en Medicina Legal, que allá se llama Medicatura. Alguien se acerca. “Tienen servicio mortuorio. ¿Los va a llevar a todos?”.

Un silencio rompe el llanto y pinta el rostro de matices de indignación. “No”, dice al fin. “Me llevo a mi madre y a mis hermanos. A ese desgraciado lo dejo, si quieren tírenlo a la fosa común”. Los Valles del Tuy conocen noticia al día siguiente.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La verdadera historia de Danilo Palomino, el nuevo Guinness de Ecuador

Ricardo Arjona y su romance con una reportera ecuatoriana

Valeverguismo. Tendencia pegajosa