Adiós, Ricardo, gracias por hacerme periodista
I El primer encuentro
Estabas en tu sillón de Presidente Editorial de Granasa el día que te conocí. Tenías mi hoja de vida en las manos y mientras repasabas mi escueta experiencia laboral en dos periódicos de Ecuador en 2014, una de cuatro años, otra en curso, sumando casi dos, me preguntabas qué esperaba del periodismo y qué me hacía buscar otro empleo, si al parecer estaba bien.
Y estaba bien. Tenía un trabajo en el que las horas extras podían llegar a triplicar mi sueldo. Era redactora fija, contaba con tiempo para terminar mi universidad y pude haber tenido oportunidades para crecer; pero yo sabía que no estaba tan bien, porque, en un periódico del Gobierno, no se hace periodismo en Ecuador. No del periodismo que tú me enseñaste a hacer después.
Ya lo había sugerido Andersson cuando -durante nuestras clases en Facso- me dijo que aplique a la vacante de Internacionales en Expreso. "Ven a hacer periodismo de verdad". Y yo estaba allí ese diciembre, frente a ti, maestro, con una pregunta en el alma: ¿Qué es el periodismo de verdad? Estaba a punto de descubrirlo.
"El sueldo que se le cedería a la vacante es poco", confesaste en tu acento español. "Pero tienes que entender que eres joven, que se hace camino al andar y que aquí no tendrás un sueldazo, pero sí harás periodismo, porque yo te voy a guiar y te voy a enseñar. Lo único que necesito de ti, son tus ganas de aprender y tus conocimientos de redacción".
La oferta estaba en la mesa. La tomé como un reto profesional y fue, Ricardo, la mejor decisión de mi vida en el oficio, incluso hoy, diez años después de eso, cuando desempolvo este recuerdo virgen de algún registro, semanas después de tu muerte por un cáncer fulminante, el 30 de mayo del 2024.
Andersson fue quien puso una de las primeras publicaciones que anunciaban tu partida. ¿No te parece curioso, Ricardo? El joven periodista que nos presentó también trajo a mí las malas nuevas. "Sí", dijo al teléfono minutos después, cuando lo llamé a confirmar, con esa estupidez de la que adolecen los deudos incrédulos. "Es cierto", soltó. Yo solo pude cerrar el teléfono. Te habías ido, maestro.
II De redactora a periodista
Y ahí estaba mi puesto de redactora de Internacionales. Una silla junto a la de Eli, la colega y amiga a la que le gusta el vino por la noche. Una estrella luminosa en el mar de arpías que veían a la nueva como amenaza. La nueva era yo.
"Esto será provisional", dijiste. "Tú propón temas que yo te daré toda la cancha para cubrirlos". Lección 1 del periodismo: El periodista tiene su agenda de temas siempre. Nunca espera que se los den. Anota, principiante, la lección de mi maestro.
Empecé con temas comunitarios. Amabas mi mal hecha no ficción cuando intentaba registrar crónicas. Dos años después, y gracias al loco de Andersson, nos mandamos la primera investigación periodística a cuatro mano escrita por pupilos de Arques: La mancha dorada. Una semana de entregas que hicieron temblar a Ecuador, solo en discurso.
De loca, un día, luego de algunos años en cancha, te me fui a dormir a Socio Vivienda 2, a pasar la noche entre microtraficantes, sola, pero segura. Dos páginas le dimos. Y portada, por supuesto. Sería solo el comienzo.
III ¿Qué es el periodismo de verdad?
Un día, en una jornada de capacitación, oí al Ricardo maestro de periodismo que dejó sueltas lecciones inmortales:
- Cuando se sale a reportear, hay que mirar con ojos de ver.
- Para contrastar de manera adecuada, hay que tocar todas las puertas.
- Vales lo que firmas.
- No todos debemos ser periodistas de investigación, pero sí tenemos que ser buenos periodistas. Igual se llega a la cumbre.
- La noticia es un prisma que siempre muestra una cara, hay que darle vuelta para ver qué tiene en las caras ocultas.
- No puedo defraudar a quien me vota todos los días.
- O eres gaviota, o eres Juan Salvador Gaviota.
IV El maestro inmortal
Me pusiste a bordo de los temas municipales, me convertí en subeditora en la sección Guayaquil, y un día me llevaste a almorzar para contarme nuevos planes en los que ya no estarías, porque volverías a España, pero te habías encargado de dejar un puñado de su semilla en aquella redacción amada.
Y vaya, Ricardo. Lo lograste. Todas esas fichas de tu tablero llegaron a jefaturas. Sé que te fuiste sabiéndolo. Algunos alzaron tu bandera de calidad periodística, pero se desinflaron al querer ser líderes como tú. Y eso les marcó distancias abismales de tu figura. Porque, Ricardo, un maestro nace y se hace inmortal, como hoy lo eres.
Gracias por contarnos que la copia de un boletín no es una nota periodística, por insistir en que si tienes el titular, tienes la nota, por defender los buenos ejes y los correctos desgloses de las piezas complementarias. Gracias por enseñarnos a hacer historias inmortales. Gracias por coducirme al Mantilla que gané en 2020, maestro.
No tengo idea de cuánto te pesó ese cáncer. Solo sé que me hubiera gustado estar. Espero que todas las demostraciones de mi gratitud eterna que hice en vida te hayan hecho conocedor de mis afectos.
Periodismo, Ricardo, es volar como Salvador Gaviota. Gracias por cederme esas alas. Intentaré plasmar tu pasión por este oficio en cada trabajo que ejecute. Lo prometo.
Hermosa lectura, excelente homenaje amiga. <3
ResponderEliminar