Tributo lúdico a Guayaquil
(leer con tono de deudo)
Sí... sí...
Que viva.
Siéntanse guayaquileños.
Suban y bajen los 444 escalones del cerro Santa Ana.
Caminen por la Numa Pompilio ida y vuelta.
Cómanse un chuzo a la altura de Diva Nicotina.
Bajen hasta La Rotonda y tómense fotos con Bolívar y San Martín.
Vayan a llenar de orine los baños del malecón,
a repletarlo como buenos noveleros;
a colmar la Nueve de Octubre y los KFC;
a comprar espaditas de colores a los vendedores ambulantes,
que solo hoy trabajan en paz.
Tripeen el teatro callejero afuera de la San Francisco.
Hoy... y solo hoy, los metropolitanos perdonan todo.
Llenen los adoquines de chicles masticados...
Saquen a pasear a los niños,
como lo hacen cada vez que son las fiestas.
Coman canguil y manzana acaramelada,
tómense una foto instantánea de a dólar cincuenta.
Péguense un tabaco sentados en el Centenario.
y boten la colilla en el suelo.
Antes de irse a caleta, llenen el buche con algo suave
y háganlo rodar con "agua, cola o V220"
Sí... sí...
Que viva.
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-Día 1-
El martirio de la chirez
Le sentí el bulto justo cuando un olor a axila se concentró en el aire caliente.
Mediodía.
El sol macabro de Guayaquil no ayudó a contrarrestar el mal momento. La aglomeración de mi lado, menos.
Me lo puso.
Descarado,
sin una pizca de pudor.
Así pasé los siguientes 15 minutos.
Sin poder moverme a ningún lado,
sin siquiera poder darle un codazo.
El infeliz aprovechó todos los giros y frenazos para...
hacer PRESIÓN.
Cuando al fin llegué, una sensación de impotencia me invadió la ira.
No tuve el valor de voltearme a verlo.
La puerta estaba frente a mí.
Camine tres pasos entre cuerpos sin nombre y me largué de allí con una pregunta desgarrándome el alma:
¿Por qué aún no existe pena de cárcel para el punteo en la Metrovía?
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Día 2
Treinta centavos con Quito y Padre Solano
(Memorias de una pasajera de buseta)
Cuando llegué, tiro nueve de la noche, me invadieron unas ganas incontrolables de abandonar el lugar. La tipa que estaba frente a mí tenía un niño en un brazo y en el otro un Nokia viejo. "Cálmese, papito", le decía mientras -al mismo tiempo- mensajeaba y le hacía dar brinquitos al pelado.
El mocoso no dejaba de llorar. Estaba oscuro. A lado de ella había un adolescente de más de 15, vestido con lo que parecía una bata roja, pero que en realidad era una camiseta cinco tallas más grande que las que él necesitaba. Tenía mal puesta una gorra de béisbol, también roja, y en las manos cargaba una funda de plástico negra, pequeña, de esas que te dan en la tienda cuando vas a comprar un deja, un cloro y un ranchero... solo que esta contenía lo que pude distinguir como ¿caramelos?
Más allá de ellos, pero sobre la misma vereda, la peatonal -oscura como el culo- solo dejaba a la vista confusas sombras de seres anónimos.
Un sonido tan bullicioso como el de un tren me sacó de mi letargo. ¡La 81! El chofer era un gordo infeliz que no escatimaba cuidados a la hora de pitar su pendejada, cabreado porque el de adelante estaba estacionado cogiendo pasajeros.
Allí se embarcó la mujer con el niño. El otro, el caramelero, solo se mantuvo mosca, mirando a todos, como un buitre hambriento.
El escenario se hacía aún más tétrico si mirabas al frente: una licuadora gigante marcaba su muerte por esos días. Así se conocía al edificio macabro que tuvo por muchos años una taza de café gigante en su terraza, y del que ahora solo quedan escombros.
Busetear en Guayaquil es cosa seria.
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La yapa infaltable
Oda criolla al encebollado
Encebollado,
amo tu pescado,
tu no tan popular tostado…
tu cebolla, tu tomate y tu pimiento….
Amo todo de ti, tan suculento,
porque haces levantar a cualquier muerto.
Te amo si vienes vestido de tarrina…
o si alguien te prepara en mi cocina.
Lo más bacán de ti, encebollado,
es que unes a las almas que te aman.
Como en una iglesia en la que alaban al Señor,
tus fanáticos se unen por clamor.
Se reúnen los domingos para verte,
se sientan a tu alrededor y te consumen.
Los envicias con tus delicias,
Te prefieren antes que cualquier caricia
Mago eres tú.
Ambrosía del guayaco
Te comen con limón y con ají,
con chifle y pan, con cola negra,
con lluvia, con chuchaqui o con solazo
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Agradecida eternamente con la artista Fernanda Baldeón por crear para Anota mi Nota la ilustración utilizada en este post. Pueden conocerla en sus redes:
Fernanda Baldeón (Facebook).
Su sitio web.
Fernanda Baldeón (Facebook).
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La del encebollado lo explica todo :D me ha encantado ;)
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