Poseso




Él ya no estaba ahí el día en que me habló de nuevo. Antes, cuando los sueños aún vibraban en su mirada, su carisma envidiable encendía cualquier ambiente social.
Él ya no es él. Y afirmo esto no por lo delgado que está, por sus ojeras o por los rumores que le circundan, sino por su mirada sin brillo y por esa sonrisa a medio dibujar que me atormenta el alma. Ese gesto de felicidad a medias no le pertenece. Es del monstruo que lo devora lentamente. Ya le quitó el trabajo y la confianza de su familia, ahora destruye su vergüenza y sus valores. 
Él ya no es él. No está en él. Nadie lo ha visto recientemente como solía ser. 
El tipo que lo posee le pide dinero a las viejas del barrio, camina en la calle de madrugada con la mirada perdida y esquinea en zonas rojas. 
Sé que lucha. Intentó adueñarse de sí mismo hace un par de meses. No saldré hoy, se dijo, pero el demonio que lleva adentro lo expulsó de su coraza convertido en vómito después de atormentarlo con intensos escalofríos. La abstinencia es cosa sería. 
Ayer que lo vi deseé no haberlo visto, porque él ya no está ahí. Él pierde su alma y yo lo pierdo a él. Que alguien nos ayude.



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