Choros altruistas
-Pasa el celular.
Cuando levantó la mirada vio al malencarado con desdén. Se liberó de un audífono sin inmutarse, solo para asegurarse de que había escuchado bien. El pillo habló otra vez.
-Pasa el celular o mi pana que está allá te pega un tiro.
Lo miró de pies a cabeza.
-Loco, ¿cómo puedes pensar en robarme? ¿No ves que estoy mal? Me peleé con mi mamá, le grité, me fui de la casa... y estoy aquí, sentado, pensando en todo eso mientras tú me amenazas con que te dé mi celular.
-¿Y por qué le gritaste a tu mamá? A la mamá no se le grita, oe. Eso es lámpara.
Él solo quería desahogarse. Abrió su corazón en ese momento, le confesó que quería morir y le advirtió que si resistirse al robo era una puerta para lograr aquello, no le importaría.
-Es más, si quieres, mátame ahorita.
El amigo del pillo, que estaba "allá", se acercó a la escena. Ese tipo de robos no suelen durar más de tres minutos.
-¿Qué pasa?
-Nada -explicó su colega- que el pana se fue de la casa. Está piteado con la vieja, le gritó y ahora quiere morirse. Yo le dije que está lámpara que se haya portado así.
En esas andaban los dos pillos cuando una patrulla se estacionó en la calle de en frente. La víctima, con el mismo desdén con el que había reaccionado ante sus victimarios, cruzó y se acercó; para volver después de un par de minutos con uno de los policías. Ahora solo había un pillo en escena. El primero, que negó todo.
-Yo no le voy a robar. El pana me dice que se fue de la casa, que está piteado con la vieja, que le gritó y que ahora quiere morirse. Y yo solo le estoy diciendo que eso está lámpara, que a la mamá no se le grita.
No hubo denuncia ni detenidos ese día, pero él ya no le grita a la vieja.
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