Niño Robert

Ya me dieron valeriana, xanax y abrazos.

Ya me escribieron por interno para corroborar la noticia. También me dijeron que lo sienten, que tan joven, que hay que ser fuertes...

Sí, eras mi hermano.

Sí, por ti estoy donde estoy, aunque lo hayas negado.

Tú siempre con esa bendita modestia perfumada. Fragancia que no olías, porque no podías percibir olores desde que naciste. Siempre te hice bullying por eso.

Y sí... últimamente nos veíamos poco.

Poco pero espeso.

Vos lo sabes, cabrón, donde sea que estés ahora.

Que te amo, que fuiste mi llave,

Pero no en ese son batracio que todos conocen acá en Guayaquil,

sino porque -como dijo mi padre cuando le conté de vos- naciste para ser un ángel terrenal.

¿Te acuerdas?

"Isa, dame tu hoja de vida".

Por ahí salías luego y asegurabas que tú nada, que yo todo...

Pero hay que decir la plena.

Vos llevaste ese currículum y abriste la puerta a ese Universo del periodismo para esta que ahora te llora.

Por eso lo de llave.

Robert, Robert, Robert...

¿Por qué? ¿De quién voy a reírme ahora por ser fresa? ¿A quién voy a llamar cuando tenga un chisme común? ¿Cómo recordar la u sin vos? ¿Cómo el trabajo?

¿Sabes qué me duele más? Todo. No hay nada que no duela después de esto.

Amabas de verdad cuando lo hacías, siempre tenías la esperanza de que la bondad existe y siempre, SIEMPRE, buscaste superarte en el oficio. Te admiraba.

Hoy, te vas. Te vas y dejas a tu madre como la dejas, por culpa de unos malditos delincuentes que te tiraron en media calle.

Hoy, a dos días de tu feriado, a dos días de que hablamos y me contaste que Cuenca es cool, vienes a poner pequeño el corazón de todos.

No, cabrón, esto no se hace. Esto no se hace.

Tendrás que ayudarnos a salir de este dolor. Haciendo lo mismo, pero desde otro lado. Siendo un ángel, ahora en el cielo.

Te amo. No sabes cómo voy a extrañarte, pendejo.

Me saludas a Irene.