Se las huele

El negro se las huele.
Fue a esperarla afuera del almacen apenas salió de su turno nocturno de bombero. A las ocho en puntito estuvo en el local, porque ella le dijo que hoy entraba a las siete y media.
En el fondo, él sabía que eso no iba a pasar. Parado el carro frente a la puerta metálica, puso el freno de mano y las luces de parqueo.
Primera llamada. "Estoy en la Metro", le dijo ella.
Sin comentarle que estaba afuera con el desayuno, esperó.
Nueve.
Nueve y media.
Segunda llamada. "Qué fue, negrito, hace rato que llegué al local. ¿Usted dónde está?".
Él miró el local, cerrado todavía. Un nudo en la garganta le cortó la respuesta. Cerró.
Vuelta a la llave y acelerador. En realidad no solo el auto aceleró. También su corazón y sus prejuicios lo hicieron.
El negro se las huele.
Paró frente a una y tienda y se compró un tabaco. Le envió un mensaje: "Me dijisteS que entraVas a las siete y media... estoy afuera de tu trabajo y no estAs aquI... mentirosa".
Lo que ella haya dicho después de eso no lo sé. El negro no alcanzó a contarme. Ya habíamos llegado a la redacción.
"Niña, le voy a quedar debiendo los cincuenta", me dijo.
"No se preocupe", contesté. "Fúmese otro tabaco a mi nombre. Buen día".