Durán no es Guayaquil y El Recreo no es Macondo

Ilustración de El Recreo, de Durán. Por Wilson Limones, o Sengvou, como se hace llamar.


Muchos años después, frente al volante de su taxi, Cristian El Gordito había de recordar aquella tarde remota en que su vecina lo llevó a conocer la desgracia. El Recreo era entonces una zona de invasión en la que familias pobres llevaban sus tereques y ocupaban solares vacíos, que luego serían parte de un plan habitacional popular que comandó el Loco Bucaram en los últimos años de su gobierno.

Se acababan los noventa y Cristian entraba a la adultez. DJ y estudiante. Estaba por terminar la secundaria en el colegio nocturno Juan de Dios Martínez Mera cuando la mamá de uno de sus panas, que era militante en el partido de El Loco, lo embarcó en la aventura de tener una casa propia. 

El gordo no dudó en aceptar el reto de la invasión. El mayor riesgo fue aguantar moscos, grillos y vallenato a todo volumen. Como era soltero, no tenía problema en ir a hacer guardia a los dos solares de los que se hizo dueño a punta de mala noche.


La vecina se había hecho amiga. Ya saben: pasarse azúcar y cafecito, regalarse agüita helada comprada en funda... y ese tipo de cosas que suelen hacer los vecinos acolitadores. Tanta fue la amistad, que le vendió uno de sus solares y se quedó con el esquinero, que era el más grande.

Por esos días, la hermana campesina de la vecina había peleado con su marido y cayó en El Recreo a refugiarse. Risitas van, risitas vienen. Cristian era goloso, enamoradizo y medio pendejo, motivos suficientes para dejarse engatusar.

Ya con fluidos compartidos, la presa se sintió en confianza y le pidió de favor que la deje pasar unos días en la casa. Argumentó que le hacía mucho bulto a la hermana y que se sentía una carga. Él accedió, un poco por amor, un poco porque pensaba en que tendría guardianía gratis. 

Las actividades académicas y laborales no le permitían hacerse presente a menudo. Caía cada semana. Hacía las veces de marido, las veces de padrastro. Él era feliz. Feliz como se ponen los adolescentes que acaban de perder su virginidad. Hasta que pasó. Pasó y no lo vio venir. Es que no se lo imaginó, le tenía confianza porque era la hermana de la vecina que le regalaba azúcar, café y agua helada en funda. 

Era sábado ese día. Llegó a su solar y encontró cambiada la chapa de la puerta. Tocó. Se asomó un man malencarado desde adentro, tatuado, caracortada, sin camiseta y con una pantaloneta a media nalga. "¿Qué desea?", le preguntó con cara de quien recibe a un Testigo de Jehová. 

-"¿Cómo que qué desea? ¡Esta es mi casa!".

El de adentro abrió y lo hizo pasar. "Lo estábamos esperando".

En la cocina estaba la hermana de la vecina. "Hola, don Cristian", lo saludó sin levantar la mirada. Por su mente pasaron todas las llamadas amorosas que le había hecho. Aún podía escuchar las líneas más recientes: "Ya, mi gordito, tranquilo que la casa está bien cuidada", "no se preocupe, mi amorcito, yo lo espero con comidita"...

Tragó saliva. El tipo que lo recibió entró por dos minutos a un dormitorio que tenía como puerta una cortina. Sobre la mesa dejó caer un fajo de sucres al salir. "Le compro la casa". Eran 500.000. "Tómelo o déjelo, pero si lo deja, igual no vamos a irnos. Usted decide".


Pensó en pelear con abogados, pero recordó que la casa ni siquiera tenía registro. Como había sido invasión, faltaba mucho para que eso se legalice. Aceptó el billete. Mejor, dice ahora al recordar que el marido de la hermana de la vecina era matón y había venido de Pimocha porque se le fue una bala en una pelea.

-Yo dejé que Dios haga justicia, niña, me dice reflexivo en un semáforo. Ríe ahora al caer en cuenta de que esos 500.000 sucres equivalen a solo 20 dólares en nuestros días.

Tiempo después se enteró de que habían matado al hombre y que la hermana de la vecina se hizo puta callejera. Es que -en palabras de Cristian- el mundo da vueltas... "El que no cayó en una, resbala en otra".

Si quieres un taxi seguro, puedes llamarlo: 0992438824.



La yapa que nunca falta 

Según datos recogidos por el periodista de diario El Universo Jorge Aníbal Villón, El Recreo nació en 1996 como un plan habitacional de 12.000 casas. Eran cinco etapas, de unas 300 viviendas cada una. Estaban listas las etapas 1 y 5 y una parte de las 3 y 4 cuando en febrero de 1997 el Congreso declaró a Bucaram inhábil mental para gobernar Ecuador y lo destituyó de sus funciones. Antes de eso, El Loco llamó a los postulantes a tomarse las casas en cadena nacional. Ahora El Recreo es parroquia.

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