Pillada un 24
Fui a la cocina. Me escabullí como ratón. Allí estaban mi abuela paterna, mi mamá y mi tía... Era común en ese tiempo que se llene la casa de la abuela para las navidades.
El pavo estaba pagando piso sobre el mesón. Recién horneado, con ese olor tan peculiar como irresistible.
Yo, que nunca fui flaca, me hallaba frente a lo que un guayaco llama una ‘jama monstruosa’. Me acerqué de pininos. Era enana, andaba por los 7 años. De verdad pasaba desapercibida.
Agarré un hueso y me fui de allí.
Las damas ni se inmutaron, estaban en el chisme, y cuando una mujer está en el chisme no hay quién la saque del letargo.
Partí con hueso en mano a la sala. Uno de mis tíos, el mayor de los hermanos de mi papá, estaba leyendo el periódico, sentado, a manos abiertas.
Mordidas van, mordidas vienen, ese hueso quedó peladito.
Mi tío seguía en lo suyo, imperturbable. Sin quitarle la mirada de encima, empuñé el hueso y bajé el brazo, lentamente, vigilante de que no note mi intención: poner la sobra debajo del mueble. Tenía que hacerlo, si lo llevaba al tacho me descubrían.
Un movimiento más y... listo. Estaba hecho el asunto. Me paré triunfante. Era un crimen perfecto. Lo fue hasta que la voz gruesa de mi tío me sorprendió: Sobrina, vaya deje ese hueso en la basura.
El pavo estaba pagando piso sobre el mesón. Recién horneado, con ese olor tan peculiar como irresistible.
Yo, que nunca fui flaca, me hallaba frente a lo que un guayaco llama una ‘jama monstruosa’. Me acerqué de pininos. Era enana, andaba por los 7 años. De verdad pasaba desapercibida.
Agarré un hueso y me fui de allí.
Las damas ni se inmutaron, estaban en el chisme, y cuando una mujer está en el chisme no hay quién la saque del letargo.
Partí con hueso en mano a la sala. Uno de mis tíos, el mayor de los hermanos de mi papá, estaba leyendo el periódico, sentado, a manos abiertas.
Mordidas van, mordidas vienen, ese hueso quedó peladito.
Mi tío seguía en lo suyo, imperturbable. Sin quitarle la mirada de encima, empuñé el hueso y bajé el brazo, lentamente, vigilante de que no note mi intención: poner la sobra debajo del mueble. Tenía que hacerlo, si lo llevaba al tacho me descubrían.
Un movimiento más y... listo. Estaba hecho el asunto. Me paré triunfante. Era un crimen perfecto. Lo fue hasta que la voz gruesa de mi tío me sorprendió: Sobrina, vaya deje ese hueso en la basura.
.."ese hueso quedó peladito". Felicitaciones Blanquita por tu sentido del humor, y en redes, punzante.
ResponderEliminarYo me cogia el vino de los vasos chicos donde sirven el "puro" jajajaja. Lo siento, era una pequeñita.
ResponderEliminarYo me cogia el vino de los vasos chicos donde sirven el "puro" jajajaja. Lo siento, era una pequeñita.
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