Margarita, me pica el vestido
Margarita Debayle. Nicaragüense nacida en 1900, hija de un doctor experto en rayos equis y nieta de un presidente de su país, pero acá el que importa es el papá, porque si no hubiera sido el médico de cabecera del poeta Rubén Darío, este último no habría escrito para su hija el poema A Margarita Debayle, y yo, casi un siglo después, no habría declamado sus versos frente a un micrófono en el patio de la escuela fiscal en la que hice la primaria, con un peinado sin fijador, un vestido caluroso y un sol que castigaba casi hasta el llanto.
Para mi desgracia, la reina de la Iván Gallegos de ese año tenía como nombre nada menos que Margarita, por lo que a la señorita Flora se le ocurrió que Blanquita Moncada, la niña pato poeta, recite para la reina el poema de Rubén Darío, que empezaban así:
Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar...
La señorita Flora no era tan señorita, era más bien señorota, una señora lojana que me enseñó que la elle y la ye se pronuncian diferente, que la tiza puede dejar chichones si no llevas deberes y que los poemas se declaman con alma, corazón y vida.
Con esa saña de enseñar que solo tienen los maestros con vocación, la Florita me tuvo un mes en la preparación de la declamación. Después de clases, todos los días, por media hora, tenía que quedarme al sobretiempo. "No te preocupes, te paso dejando por la casa a la salida", me decía. "No pues, mucho hace, si vivo a la vuelta no más, caretuca", pensaba yo.
La cosa era que no me permitía aflojar ni un instante. Vamos leyendo, me decía:
Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.
"Cuando digas esa última parte, la señalas, pero con la palma abierta. No la vayas a señalar con el índice, que eso se ve bien feo. Le dices: 'tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú', y la señalas y le sonríes", me decía la Florita, parada a lado mío, mostrándome cómo hacerlo a su modo.
Yo no sabía nada de lesbianismo por esos tiempos, porque si no, de seguro le salía con algún reclamo, o le sugería que recite un niño, que era lo justo.
La Florita, implacable. Una estrofa por día, con la misma metodología: "haces así en esta parte, pausa larga en esta otra, esta la dices de corrido, no le hagas caso a esa coma, se escucha medio mal", me decía.
Al llegar el día, ahí estaba Margarita, la reina, con su corona. Allí estaba mi musa, no la de Rubén Darío.
Mi abuela paterna me peinaba para esas jornadas especiales, pero ese día se olvidó del fijador. Me adornaban medias de seda blanca, vestido blanco, moño blanco y una panza enorme que dañaba lo angelical de la escena, pero no lo virginal, virginal siempre, ustedes lo saben.
La Florita siempre me presentaba. Blanquita Moncada, con el poema A Margarita, de Rubén Darío.
Si pudiera volver a ese instante, el cuadro se viviría así:
Yo, en la mente:
Y ahí voy yo, de nuevo, tanto tiempo, Margarita, aprendiéndome este pinche poema para decírtelo. Aquí estamos: tú, yo, nuestros compañeros y todas las viejas locas: profesoras y madres de familia, presentes ante este presente, que a mí me importa un pepino.
Yo, al micrófono:
Margarita, está linda la mar,
Yo, en la mente:
Aunque no la estoy viendo.
Margarita, ¿sabes qué?, me pica este vestido, tiene una malla gruesota por abajo que parece alambre de púas. ¿Y sabes qué más? Sé perfectamente que no conoces el significado del 80 % de las palabras de este poema. A mí no me engañas, Margarita, eres como todas las reinas, fofa.
Además, tú eres reina, pero yo recito, Margarita, y eso es más bacán, así dice mi papá, y yo le creo, mi viejo nunca me ha mentido.
Yo, al público:
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento,
a la que un día te quiso contar
un cuento.
Yo, en la mente:
Por fin. Adiós, carela. Ojalá no vuelva a verte nunca.
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Foto de la Margarita de 1900.
Lee aquí el Poema completo de Rubén Darío.
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Jajajajjajajaa por Dios, casi me ahoga la risa... yo no recuerdo ése dia, pero sí recuerdo a la Florita. Esta genial.m
ResponderEliminarOh, la poesía!
ResponderEliminar(Fausto Quiroz)
Jajaja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja que risa Dios Santo.
ResponderEliminar(Fabricio Santamaría)
Jajajaja ''Blanquita, me PICA la risa'''. Jajajaja...qué será de la Flora y de la Margarita? Jajajajaja
ResponderEliminar(Marcia Marina)
Genial narración, salvo por la maya (malla). Blanqui la de Duran con su relato sin par
ResponderEliminarEres genial !
ResponderEliminarLos tizasos, la regleta, la oratoria o recital cívico frente a las viejas locas, jajaa, esos eran maestros y aprender valores.
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