Rayo de Luna
Un bulto en medio de la carretera los alerta. Es un hombre.
Se retuerce todavía.
Frenan a raya y se acercan a socorrerlo. Tienen que hacerlo,
son paramédicos.
Pierna rota, contusiones en todo el cuerpo. Está consciente.
-¿Puede oírme, amigo?
-Fue Rayo de Luna. Vayan a buscarlo. Rayo de Luna me hizo esto.
-Fue Rayo de Luna. Vayan a buscarlo. Rayo de Luna me hizo esto.
El líder de los paramédicos mira el cielo. El sol está en su
máximo esplendor. ¿Un rayo de luna? ¿Existe eso? Quizás es algún enemigo de
este pobre hombre. En el oriente de Ecuador todo puede pasar.
-Trate de calmarse.
-Háganme caso. Fue Rayo de Luna. Yo sé dónde para. Vamos a
verlo. Rayo de Luna es malo.
Gritos de dolor acompañan las lamentaciones esta vez.
Después de los primeros auxilios, todo es menos tenso.
-¿Cómo es el Rayo de Luna?, pregunta el líder.
-Es grande, blanco. Vayan a verlo. Esto no puede quedarse
así. Rayo de Luna es malo.
El ruido de un motor frena el interrogatorio. Es un bus
enorme, uno interprovincial. Viene en sentido contrario a la camioneta de la
ONG. A lo largo de la parte inferior de sus ventanas, en letras gigantes, una
frase que casi hace desmayar al equipo: R-a-y-o d-e L-u-n-a.
Ven alejarse al culpable. El tipo arrollado entra de nuevo
en pánico.
-¡Ahí va! ¡Ahí va! ¡Se los dije! No dejen que se vaya. Rayo de
Luna es malo.
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